Carta Encíclica - Frateli Tutti
- Radio Melodia Salesiana
- 15 oct 2020
- 3 Min. de lectura

El papa Francisco acaba de publicar una encíclica de gran calado, llamada a convertirse, con el paso del tiempo, en su legado espiritual a la humanidad en temas sociales. No sorprende, por eso, que el pontífice haya querido firmar el documento en Asís, junto a la tumba de su querido san Francisco, de quien tomó el nombre como papa hace siete años y de quien ahora toma también las palabras que designan la encíclica: Fratelli tutti (hermanos todos).
En ella, Francisco nos presenta, en carne viva, un panorama del mundo actual, con sus problemas y retos, que van desde la lacerante pandemia del covid-19 hasta las heridas causadas por la mala gestión de la inmigración, el racismo, el desempleo, la discriminación de la mujer, la esclavitud y la trata, el aborto, el populismo, las guerras, la especulación financiera, el abuso tecnológico del poder o la pena de muerte. En el largo documento, el papa pasa de detalles tan concretos y simpáticos, como el de “evitar tecleos y mensajes rápidos y ansiosos” (nº 49), a temas tan relevantes como pedir la reforma de la Organización de las Naciones Unidas y una nueva “arquitectura económica y financiera internacional”, con el fin de poner “límites jurídicos precisos que eviten que se trate de una autoridad cooptada por unos pocos países, y que a su vez impidan imposiciones culturales o el menoscabo de las libertades básicas de las naciones más débiles a causa de diferencias ideológicas” (nº 173).
La encíclica es profundamente inclusiva y está dirigida a todas las mujeres y hombres que componen la gran familia de la humanidad, no solo a los cristianos. En la encíclica, se citan ilustres autores romanos como Virgilio o Cicerón, notables intelectuales judíos como Hilel el Sabio, o grandes líderes sociales como Mahatma Gandhi, Martin Luther King o Desmond Tutu. El papa cuenta que las conversaciones que mantuvo con el gran imán Ahmad Al-Tayyeb, en Abu Dhabi en 2019, le han estimulado a escribir el documento. Al final de la encíclica ofrece como modelo a Charles de Foucauld (1858-1916), un militar y explorador francés, luego místico ermitaño y mártir, quien supo ver en cada mujer y hombre un verdadero hermano.
Todas las religiones deben contribuir a la construcción de la fraternidad universal en el mundo. Mencionando un documento de los obispos de la India, el pontífice afirma que el diálogo interreligioso debe servir para “establecer amistad, paz, armonía y compartir valores y experiencias morales y espirituales en un espíritu de verdad y amor” (nº 251).
Una vez convertidos, los seres humanos advertiremos que el hecho de la fraternidad universal no es una mera abstracción, sino que tiene consecuencias muy concretas en el ámbito de la política, la economía y el derecho. Me atrevería a decir que la gran aportación de esta encíclica de Francisco es otorgar relevancia política y jurídica al hecho mismo de la fraternidad universal, lo que exige un profundo cambio de perspectiva social y política.
Muchos son los temas en lo que me gustaría detenerme, pero no hay espacio para ello. Sí, en cambio, para decir que, en esta encíclica, Francisco traza una senda clara para guiar a la humanidad hacia una unidad política, social y jurídica sin precedentes. Si el siglo XIX fue el siglo de la libertad, y el XX el de la igualdad, nuestro siglo XXI está llamado a ser el siglo de la fraternidad.
Descarga aquí la Encíclica que nos llama a la hermandad escrita por su Santidad el Papa Francisco.
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